Sebastian Falla

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¿Qué mujeres estamos educando?

Barbie, de Mattel Inc., ha vivido unas décadas atrás en la evolución de la consciencia colectiva y de las prácticas de mercadeo en los negocios. Es más, siempre he estado en contra de regalar una de sus escuálidas figuras a alguna niña inocente, cuyo futuro puede alterarse negativamente por la visión equivocada de lo que su valor de género representa.

Desde la promoción de una figura imposible de lograr, que maltrata la autoestima y genera presiones culturales adicionales sobre el concepto de belleza, hasta la promoción de profesiones pre-seleccionadas para la imagen más anticuada de la mujer, Barbie ha demostrado estar atrás de los tiempos y lo que es peor, ha representado todo lo que nos detiene en el desarrollo de una consciencia colectiva progresista e inclusiva.

La realidad es esta:

  • Los hombres en países desarrollados ganan un 33% más que las mujeres en puestos de trabajo similares
  • Ese número sube de 40% a 60% en países latinoamericanos 
  • En el cine, el 26.2% de los papeles para mujeres tienen escenas al desnudo, mientras que para los hombres sólo es un 9.4% de los papeles
  • En la misma industria, el actor mejor pagado gana el doble que la mujer mejor pagada. $75 Millones y $33 Millones, respectivamente. 
  • Solo el 17% de pequeños negocios son liderados por mujeres, mientras que el 66% de ellas considera que su acceso a financiamiento es menor que el de los hombres emprendedores
  • En el mundo corporativo, sólo 14.6% es liderado por mujeres
  • De la lista Fortune 500, de las empresas más grandes del mundo, sólo el 4.6% son empresas con gerencias femeninas

El efecto directo de la cultura androcentrista a nivel global genera estas gigantescas disparidades - que lastimosamente se hacen peores en Latinoamérica - y se alimentan constantemente de las imágenes que creamos en los medios y aquellas que prolongan aun más empresas tan relevantes como Mattel, con su Barbie.

Lo interesante del asunto es que las estadísticas anteriores son el resultado de una visión reducida de un género al que no se le ha permitido desarrollar su potencial. Veamos otras cifras interesantes:

  • El nivel de efectividad en el liderazgo de las mujeres es del 54.5%, mientras que el de los hombres es de 51.8%
  • Esta diferencia se aumenta considerablemente para el segmento después de los 40 años. Desde esa edad, las mujeres consideran la opinión de otros en una proporción mucho mayor que los hombres (puede ser una explicación)
  • Las mujeres muestran 13.7% más iniciativa como líderes
  • Las mujeres reflejan un 9.8% más de honestidad percibida que los hombres en posiciones similares
  • Las mujeres tienen un 9.5% de ventaja sobre los hombres en dirección hacia resultados
  • Las empresas con mujeres en la junta directiva son 53% más rentables que las que no tienen representación femenina
  • Las empresas con al menos una gerencia ocupada por una mujer tienen 20% menos probabilidades de fracasar

Podríamos hablar del tema de género desde diferentes industrias, de su papel en el desarrollo social, del impacto que tiene en la producción global, etc. Pero es relevante entender el estado actual de nuestra percepción de los valores del género femenino en los negocios y contraponerlo al potencial beneficio que traen a las empresas. No sólo eso, también debemos considerar cómo estamos aprovechando este gran potencial en las futuras generaciones desde edades tempranas. Con ejemplos tan sencillos como la Barbie tradicional, que sesga la visión femenina en el mundo de forma negativa, hasta las herramientas que presentamos a las niñas en la construcción de sus futuros profesionales.

Barbie ha despertado recientemente a este fatal enfoque en la visión minimizada del papel del género en la sociedad y personalmente aplaudo su última campaña en el tema (aunque aun queda mucho por hacer):

La pregunta queda sobre la forma en la que las personas y las empresas estamos ayudando a que la equidad de género sea cada día menos una vergüenza a nuestra evolución social. Las cifras lo describen claramente, la “igualdad de género” es una farsa; no somos iguales… todo lo contrario, cada género tiene un valor especial que trae a la sociedad y a los negocios, la pregunta es si estamos permitiendo que estas bondades se desarrollen de forma “equitativa”.

Sebastian Falla