Liderazgo sin sangre

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Partiendo de la evolución del concepto de corporación, sea por la globalización o por un cambio de paradigmas, hoy debemos afrontar un mundo que exige cada vez más y que lo hace a una velocidad sin precedentes.

En mi experiencia ayudando a que las empresas tengan un camino más conscientes de su entorno y legado en el mundo, es común – y necesario – que se llegue a plantear un norte en el horizonte que motive a la organización a evolucionar (un propósito superior). Pero este nuevo norte implica una alta dosis de cambio, algo frente a lo que una organización tiende a crear anticuerpos.

Es interesante ver a las mesas gerenciales emocionarse frente a una nueva visión del mundo; una forma nueva de hacer negocios en la que logran sentir que pueden dejar un legado positivo, retos que nos llenan de energía y motivación a innovar, una nueva realidad que crea satisfacción y eleva la condición humana.

Sin embargo, esas mismas mesas gerenciales, cuando deben subirse la manga de la camisa y ensuciarse las manos para hacer realidad estos sueños que en papel son tan atractivos, fracasan en su gran mayoría.

No es que nos de miedo el cambio, lo que nos da miedo es perder el control. Por esta razón, los ejecutivos de Latinoamérica prefieren neutralizar sus sueños de tal manera que cuando se discuta el cambio, la discusión se torna amarga, se sube el tono, se señala con el dedo y entre todos se construye una lista gigantesca de razones por las que “no se puede”.

Para liderar el cambio (un tema del que se habla desde 1962, con el libro “Diffusion of innovation”, de Everett Rogers), es necesario trabajar en los siguientes ingredientes:

1. Un propósito superior: Es claro el poder del propósito, ya que nos da una inspiración emocional e instintiva hacia el futuro. Algo de lo que podremos aferrarnos cuando el camino se ponga difícil.

2. Un liderazgo firme: El cambio con propósito requiere de cierto empuje, firmeza y muchas veces la capacidad de tomar decisiones difíciles. Existen personas que dejan de calzar en la nueva realidad y el líder debe tomar las medidas necesarias.

3. Empatía: Es necesario que la mesa gerencial construye el músculo de la empatía, no sólo con agentes de interés para el negocio, sino entre ellos mismos. Que descubran sus diferentes personalidades y lo que esto implica en el trabajo conjunto.

4. Empoderamiento: Es necesario dar el poder a cada cual para que represente el propósito de la organización en las decisiones que toma y confiar que el resultado será positivo, entendiendo también que los errores son parte del camino.

5. Consciencia: Debemos ser más conscientes; primero de nosotros mismos, nuestros sentimientos, la raíz de estos, la forma como afectan nuestras decisiones y cómo moldearlos (la meditación es una herramienta invaluable para lograr esta habilidad).

6. Estructura: Las estructuras organizacionales tradicionales son obsoletas. El cambio requiere de nuevas formas de trabajar, nuevas formas de liderar y canales de comunicación que se adapten a la velocidad del siglo XXI. La estructura de nuestra organización se debe evaluar… y liberar.

El conjunto de estas herramientas se destacan en un tipo de liderazgo diferente, que responde a las necesidades del Siglo XXI y una forma de hacer negocios más consciente… “Liderazgo Regenerativo”; una habilidad que nos permite avanzar hacia el cambio sin matarnos los unos a otros en el camino. (Hablaré con más detalle de este tema en el futuro).

SFS

ArchivoSebastian Falla